martes, 21 de abril de 2009

Próximas Peregrinaciones

Aquí os mostramos las próximas peregrinaciones planificadas por la Diócesis Coria-Cáceres presididas por el Excmo. y Rvdmo. Señor Obispo D. Francisco Cerro Chaves y organizadas por la Delegación Pastoral de Peregrinaciones.

Calendario de Actividades

Calendario de Actividades para los meses de Marzo, Abril y Mayo:

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PEREGRINACIÓN A TIERRRA SANTA POR GINES RUBIO

La cosa empezó en Galilea (Hechos10/37) y para mi así fue, puesto que la peregrinación o ejercicios espirituales, comenzaron en Tiberias, al pié del Mar de Tiberiades.

A pesar de las reticencias iniciales para este viaje, influido por la situación política de la zona, y después de los trámites correspondientes, me encuentro en el avión camino de Tel Aviv, para, una vez allí, continuar viaje por carretera hasta Tiberias, donde comenzaba la primera jornada real de la estancia en Tierra Santa.

Ya los inicios en la capital israelí fueron muy interesantes, el acomodarnos en el autobús y conocer a todos los peregrinos y, especialmente, la acogida del Padre Nicolás, franciscano, el guía y consejero espiritual que habría acompañarnos durante todo el recorrido.

El primer día, por la mañana, nos desplazamos al Monte Tabor, el lugar donde tuvo lugar la Transfiguración del Señor. La subida es un poco complicada, pues los autobuses normales no pueden subir, por las curvas y estrechez de la carretera, aparte del mal estado de conservación de la misma. Dejamos los autobuses en la base del monte y en pequeños grupos vamos subiendo a microbuses, que nos trasladan a la cima de la montaña en un viaje que mas parece el recorrido de una montaña rusa. Alcanzamos la cima, esperamos a los restantes integrantes del grupo y visitamos la Iglesia de la Transfiguración. El Padre Nicolás lee el pasaje del Evangelio en que se describe el acontecimiento, así como un comentario sobre los elementos de la Iglesia, que comprenden, principalmente, las pinturas de la Transfiguración, Elías y Moisés, éste con las tablas de los Mandamientos en las manos. Empezamos a vivir nuestra peregrinación, comienzan los ejercicios espirituales. Es emotivo el comprobar que los lugares citados en los Evangelios existen verdaderamente, no son una historia más o menos bonita, los lugares son verdaderos y sus piedras nos hablan del paso de Jesús. Los restos del monasterio benedictino nos confirman estas emociones, pues comprobamos que, hace mucho tiempo, otros hombres vieron lo mismo que nosotros y se quedaron en aquel lugar. Las vistas desde este punto son impresionantes, acompañadas, en nuestro caso, por la música de acordeón y los cantos de un grupo de peregrinos rumanos, que hacían aún más espiritual el momento que vivíamos.

Caminamos a Caná de Galilea, donde tuvo lugar el primer milagro de Jesús. Visitamos la iglesia conmemorativa de este acontecimiento y celebramos una bella ceremonia, juntos todos los grupos que componemos la peregrinación, en la que los matrimonios renovamos las promesas matrimoniales y recibimos un pequeño obsequio de nuestro Obispo. La homilía, preces y bendición culminan este emotivo acto, que nos retrotrae al día de nuestro matrimonio.

No hay boda sin banquete y éste es el de la comida de este día, que tenemos en Nazaret, en un restaurante con el evocador nombre de “La fuente de María”.

Por la tarde continuamos con la visita a la Basílica de la Sagrada Familia y a la de la Anunciación, donde celebramos la Eucaristía que se dedica, principalmente, a los peregrinos que han elegido la vida religiosa. Nuestro Obispo les hace un pequeño regalo consistente en un lámpara de barro, como símbolo de que son transmisores de la Luz de Cristo en el mundo.

Regresamos al hotel, cenamos y luego damos un pequeño paseo por la ciudad, comentando los acontecimientos del día.

El segundo día nos levantamos temprano, desayuno en el hotel y, seguidamente, al autobús para iniciar las visitas previstas. Es un viaje precioso, pasamos por la ciudad de Magdala, donde los Franciscanos están realizando excavaciones, cruzamos por la zona de las Siete Fuentes y, finalmente, llegamos a Tabga, a la Iglesia del Primado de Pedro (Mensa Christi). Es un conjunto impresionante, a la orilla del Mar de Tiberiades y donde, según la tradición, Jesús establece el Primado de Pedro.

Celebramos la Eucaristía todos los grupos juntos, al aire libre, en uno de los espacios preparados al efecto en un hermoso jardín y a la orilla del lago. Espectacular. Maravilloso. Al lado, un grupo escultórico representando a Jesús y Pedro en el momento en que Jesús impone sus manos sobre la cabeza de Pedro. La emoción impregna nuestros corazones, parece que hemos viajado en el tiempo dos mil años atrás y, las figuras de bronce, van a tomar vida y a sentarse entre nosotros. La sencilla, sentida y ambientada homilía, eleva al máximo la espiritualidad de este momento.

Luego, terminada la Eucaristía, bajamos a la orilla del lago y nos humedecemos los pies en sus aguas y visitamos la Mensa Christi, que es la piedra donde, según la tradición, Jesús “preparó el desayuno a sus amigos” (D. Francisco).

Con los espíritus como os podéis imaginar, continuamos ruta hacia Cafarnaum, visita a la Casa de Pedro, la Sinagoga y las excavaciones realizadas. Seguimos viviendo en la nube de los primeros años de nuestra era.

Subidos en la nube, ascendemos al Monte de las Bienaventuranzas, a la Basílica allí construida, en la que, según la tradición, se encuentra la piedra sobre la que Jesús hizo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. La vista es espectacular y el ambiente de absoluta meditación y contemplación, parece que todavía están en el aire las palabras de Jesús: “Bienaventurados …”, y que su espíritu nos acompaña.

Bajamos del monte y nos dirigimos al embarcadero del mar de Tiberiades, subimos a dos barcas de madera, que parecen reliquias de otros tiempos, y, tras el izado de nuestra bandera a los acordes de nuestro himno nacional, nos adentramos en las aguas, acompañados del canto de salmos. Son momentos únicos que culminan con la unión de las dos barcas en el centro del lago, sujetas con fuertes cuerdas y paradas. Las palabras de nuestro Obispo contribuyen a una mayor solemnidad y éxtasis del momento. Parecía como si, de un momento a otro, fuera a aparecer Pedro andando sobre las aguas.

Regresamos al puerto y nos dirigimos a comer, el menú incluye el “pez de San Pedro”.

Seguimos hasta Haifa, espléndida ciudad a orillas del mar, y durante la subida al Monte Carmelo, podemos contemplar el mausoleo y jardines persas del santuario Bahai, última religión sincretista.

En el Monte Carmelo, lugar donde los judíos sitúan la gruta de Elías, se encuentra el Santuario con la imagen de la Virgen del Carmen y el Niño, así como distintas advocaciones de la Virgen. También visitamos la gruta de Elías.
Las vistas de la ciudad desde el Monte Carmelo son impresionantes, así como las del santuario Bahai.

Regresamos al hotel en Tiberias, después de un día completo en el más amplio sentido de la palabra, llenos de las experiencias vividas, especialmente en la mañana de este día.

El tercer día iniciamos la ruta viajando hasta el río Jordán. Llegamos a su orilla y contemplamos las aguas donde Jesús fue bautizado y donde, también nosotros, después de la ambientación por parte de nuestro Obispo, volvemos a ser bautizados en la fe.

Continuamos viaje, esta vez por el desierto de Judea, hasta llegar a Qumran, lugar donde fueron descubiertos los “Rollos del Mar Muerto”. Estos manuscritos, confeccionados por los esenios contienen textos de la Biblia que, transmitidos oralmente, fueron copiados por los esenios y escondidos en ánforas de barro. Nuestro guía nos explica detalladamente quienes eran los esenios, como vivían y también las circunstancias del descubrimiento de los manuscritos. Visitamos el centro de interpretación allí existente, así como las excavaciones realizadas en los alrededores.

Bajamos hasta el Mar Muerto y nos introducimos en sus densas aguas y bajo el intenso calor de estas tierras. Continuamos hasta Jericó, donde comemos.

Por la tarde viajamos hasta Betania, visitamos el Santuario de San Lázaro y recordamos la muerte y resurrección de este gran amigo de Jesús. Celebramos la Eucaristía, dedicada especialmente a los difuntos de los peregrinos. Fue de una particular emoción el recordar a familiares y amigos que ya no están con nosotros en la tierra, pero que permanecen vivos en el corazón.

Ya están pisando nuestros pies …Llegamos a Jerusalem. Es emocionante el ver las murallas y puertas de la Ciudad tres veces santa, en la que viven los fieles de las tres religiones monoteístas, que los tres grupos tienen a la ciudad como santa, pero que viven completamente separados, ignorándose en el mejor de los casos. No obstante, la primera impresión que se percibe es la de seguridad y tranquilidad, cada uno vive su vida sin implicarse con los demás.

En esta primera toma de contacto con la ciudad, visitamos el Muro de las Lamentaciones y oramos ante él.

Al día siguiente, domingo, cuarto día de nuestra peregrinación, visitamos Getsemaní, el Huerto de los Olivos y la Basílica de la Agonía. Iniciamos el camino por esta ciudad percibiendo la aceptación de Jesús de su Pasión, sintiendo que a nosotros nos cuesta el aceptar nuestras cruces, no entendemos, preguntamos el por qué, cuando lo importante sería preguntarse para qué. Jesús acepta sin más y eso, aquí, en este lugar, nos hace recapacitar y aceptar los avatares de nuestras vidas.

En este ambiente, celebramos la Eucaristía, siendo el signo de especial atención las personas que han perdido a su cónyuge, las viudas y viudos peregrinos. Una pintura nos recuerda la oración de Jesús, encontrándose al pié del altar la piedra sobre la que, según la tradición, Jesús oró.

Llenos del ambiente de la Eucaristía celebrada, caminamos hacia la iglesia llamada El Sepulcro de la Virgen, que es una preciosa iglesia ortodoxa con una gran profusión de lámparas e iconos, accediendo a la gruta en la que, según la tradición, se encuentra el sepulcro donde fue depositada María antes de su ascensión a los cielos.

Continuamos hacia el lugar en el que se venera la Ascensión de Jesús a los cielos. Es impactante que, un lugar que debería ser de un culto extraordinario, se circunscriba a un gran solar, desprovisto de cualquier tipo de plantas, sin un solo indicio que anuncie el lugar donde nos encontramos. En el centro de este espacio se alza un pequeño templete octogonal, en cuyo interior se encuentra la piedra desde la que Jesús ascendió a los cielos. Esta visita se puede realizar gracias a la benevolencia de los musulmanes, que son los propietarios de estos terrenos, pero únicamente conceden autorización a los cristianos para celebraciones en la Vigilia de la Ascensión. ¡Poca disposición para tan importante acontecimiento!. Nuestra oración “que un día yo también pueda acompañarte en tu Ascensión”.

Descendemos del Monte de los Olivos y llegamos a Dóminus Flevit, lugar donde “el Señor lloró”. En la basílica allí construida, que tiene forma de lágrima, nos encontramos con evidentes signos de los hechos que aquí se recuerdan: los bajorrelieves de la “entrada de Jesús en Jerusalén”, el mosaico del altar con la “gallina protegiendo a sus polluelos”. Todo nos evoca aquellos momentos previos a su supremo sacrificio, así como su profecía sobre el futuro de su tan querida ciudad.

Los Franciscanos nos acogen en su Casa Nova para la comida y, después de un rato de reposo, iniciamos el recorrido de la tarde.

Accedemos a la Capilla de la Flagelación. Comienza la tragedia. En sus distintas capillas se conmemoran los sucesos del Pretorio: la flagelación, la coronación de espinas y el Ecce Homo. Terribles momentos iniciales de su Pasión y aquí, también nosotros, iniciamos el Vía Crucis, el recuerdo del camino hacia el Calvario de Jesús.

Es impresionante. También nosotros, como debió ocurrir hace dos mil años, pasamos entre la multitud y nos sentimos un poco encogidos, mirados por los mercaderes que allí, en la Vía Dolorosa, tienen sus comercios. Nuestras oraciones y reflexiones no tienen eco entre los que nos rodean, nos miran, creemos que con indiferencia. Nos encontramos y cruzamos con hermanos cristianos de otras confesiones y con la mayor indiferencia, cuando, pienso, deberíamos estar mas unidos, ir juntos y proclamar nuestra única fe. El camino se hace lento, en muchas ocasiones presionados por la gran multitud que nos rodea, pero, si hoy, nosotros, nos sentimos doloridos viviendo este ambiente, ¿Cómo debió sentirse Jesús en aquel trance, cuando, además, durante su vida solo había hecho el bien a cuantos le rodeaban?. El dolor físico no debió ser nada, comparado con el moral ante tanta incomprensión e ingratitud. Y todo esto lo padeció por nosotros, por nuestra salvación. ¡Qué decir!.

Y llegamos al final del camino, el Santo Sepulcro.

Si multitudinario ha sido el paso por la Vía Dolorosa, no lo es menos la entrada y estancia en este lugar, que debería ser como el centro del reinicio de nuestras vidas, no en vano aquí Jesús culminó su Redención y marcó el comienzo de su regreso a la Casa del Padre. Desde la contemplación del Calvario, hasta el Sepulcro del Señor, es un amplio recorrido por aquellos momentos finales de su paso por la tierra: la estancia en la prisión, esperando el cumplimiento de su pena, la Capilla de los Improperios, el Calvario, donde todo se culminó, la piedra de la Unción, donde su cuerpo fue lavado, la gruta de la Invención de la Cruz, las distintas capillas que rodean el Santo Sepulcro, en especial la de Adán (conjunción del primer hombre del Antiguo Testamento con el primero del Nuevo). Estos lugares, junto con las celebraciones de los distintos ritos que allí tienen cabida, hacen aún más complicado el concentrarse y situarse en el significado de cuanto aconteció.

Pero esta sensación de que algo nos faltaba fue superada por el final de esta jornada: nuestro reencuentro con Getsemaní y la celebración de una incomparable Hora Santa en recuerdo y esperanza de todo lo que hasta ahora llevamos rememorado. Aquí las palabras no fluyen como quisiera, para poder expresar el cúmulo de sentimientos que nos embargaban. Increíble: celebrar en Jerusalem el Día del Señor, viviendo todos y cada uno de sus pasos en aquellos momentos de su entrega final. Para recordar durante mucho tiempo.


El lunes salimos temprano hacia Belén, el lugar donde siempre es Navidad, y celebramos la Eucaristía en la Basílica de Santa Catalina, de los Franciscanos, donde los jóvenes son hoy los protagonistas y, en su homilía, el Sr. Obispo nos exhorta a recordar a nuestras familias como en la Navidad y finalizamos cantando villancicos Noche de Paz”.

Seguimos hacia la Basílica de la Natividad, atendida por ortodoxos griegos y armenios, decorada con un gran número de lámparas y conservando una buena muestra de mosaicos y del artesonado constantiniano. Descendemos a la Gruta de la Natividad y nuevamente la emoción del lugar y el momento nos embarga. Besamos la estrella de plata que conmemora el lugar donde nació Jesús y es perceptible la sensación de paz que nos invade.

Hemos pasado en unas pocas horas de la angustia del Crucificado a la inmensa alegría de la Natividad, y, ahora, caminamos al Campo de los Pastores, a visitar su Santuario y a celebrar con ellos el nacimiento de Jesús, a cantar “Gloria in excelsis Deo”, como aquella primera vez.

Después de la comida nos dirigimos a Ain Karem, el lugar de nacimiento de Juan el Baustista, caminando hacia la Basílica de la Visitación, donde tuvo lugar el encuentro de María con su prima Isabel. Es empinado el camino que conduce a la basílica y podemos comprender el esfuerzo de María para atender a su prima en aquellos agrestes lugares. Aquí se recuerda el canto de María, el Magníficat, que, además, se encuentra escrito en múltiples idiomas en cerámicas que figuran en las paredes. También nosotros lo cantamos.

Si aquí tuvo lugar la visita a Isabel, aquí también se encuentra la Iglesia de San Juan Bautista, en la que se encuentra la gruta donde tuvo lugar el nacimiento de Juan. Al igual que en la Basílica de la Visitación, aquí nos encontramos y rezamos el Benedictus, contemplando las cerámicas existentes en distintos idiomas.

Es esta la última visita del día, pero no lo concluimos aquí, sino que nos reunimos todos en un salón del hotel para despedir al primer grupo que retorna a España, y hacer una pequeña evaluación de lo vivido hasta estos momentos.

No habían terminado los acontecimientos pues, nuestro Obispo, propone la creación de la Asociación de Amigos de Tierra Santa de la Diócesis de Coria-Cáceres, que es aceptada por todos los asistentes y se constituye un grupo de 33 peregrinos, a fin de constituir el núcleo de la futura asociación. Se tratará, fundamentalmente, de transmitir en la diócesis el sentimiento de colaboración para promover peregrinaciones y ayudas a las instituciones que trabajan por el mantenimiento y promoción de los Santos Lugares. También se nos hace entrega del diploma de peregrinos.

Iniciamos el nuevo día con la visita a San Pedro Gallicantum, preciosa basílica que representa aquel pasaje de la Pasión, la negación de Pedro. Se dice que en este lugar se encontraba el palacio de Caifás y que en sus mazmorras pasó Jesús la última de sus noches. Tan impresionante es evocar las muchas veces que yo, Señor, te he negado, como las angustias de Pedro cuando fue consciente de su acción. Las excavaciones que visitamos rememoran el horror de cuanto sucedió allí mismo hace dos mil años.

La Eucaristía, celebrada en aquel mismo lugar, es dedicada a las personas solteras que dedican su vida a los demás, a través de las distintas asociaciones y grupos de la Iglesia. En la Acción de Gracias, nuestro Obispo entrega a los franciscanos que nos acompañan un recuerdo de nuestra tierra y a los voluntarios un crucifijo.

Continuamos nuestro camino con la visita al Cenáculo y aquí siento, percibo más bien, que me encuentro en uno de los puntos culminantes de nuestra peregrinación: Es el lugar donde Jesús se quedó con todos nosotros, donde instituyó la Eucaristía y se hizo presente con aquel acto para todas las futuras generaciones. “Tomad y comed, esto es mi Cuerpo. Tomad y bebed, esto es mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía”. El momento es muy emotivo. Los comentarios del Padre Nicolás y las oraciones por los sacerdotes y, especialmente, por nuestro Obispo, culminan una de las visitas, para mí, más reconfortantes y estimulantes de toda la peregrinación.

Al salir del Cenáculo, visitamos la tumba de David, lugar muy visitado también por los judíos, donde oramos durante unos momentos para seguir con la visita a la Iglesia de la Dormición de la Virgen, lugar donde según la tradición, María esperó su ascensión a los cielos. Existen un sinfín de capillas con distintas advocaciones de la Virgen, entre ellas una de la Virgen de Guadalupe, en su advocación mejicana.

Atravesamos el Cardo máximo, con sus restos de inmensas columnas y excavaciones y caminamos hacia Casa Nova, la casa de acogida franciscana donde comemos.

La tarde la tenemos libre y, después de un corto camino por la zona de tiendas, me marcho hacia la iglesia del Santo Sepulcro, para visitarla con el detenimiento y tranquilidad que no tuve el primer día que estuve allí. Ahora la visita es mucho mas reposada, tratando de comprender cada uno de los misterios y recuerdos que permanecen entre sus paredes. El silencio en la capilla de los franciscanos, solamente roto por la melodía de sus cantos gregorianos, y el paseo por el círculo de columnas en semipenumbra, me hacen vivir un poco más intensamente las experiencias de este casi último día en Tierra Santa.

Y llega el final de nuestra peregrinación. Con este pensamiento caminamos hacia Emaús, curiosamente como aquéllos discípulos que habían vivido los acontecimientos de la Pasión y volvían a su tierra, desconcertados por aquel final insólito e inesperado, pero con la diferencia de que nosotros sí sabíamos lo ocurrido, nosotros caminábamos también en su compañía, pero siendo conscientes de ello, pues también nosotros le conocemos “al partir el pan”. Con la celebración de la Eucaristía y el recuerdo de estos acontecimientos, recorremos el camino hacia el aeropuerto, visitando el puerto y pasando por el puerto de Hope y la Iglesia de San Pedro, la comida en ruta y vuelta al tiempo actual, con sus controles, pasaportes, vuelos y regreso a nuestra ciudad.

El camino ha sido largo y acelerado, pues hemos recorrido y visto multitud de paisajes en muy pocos días, pero diría que la experiencia ha sido magnífica, que ha sido la confirmación de que mi fe tiene un sentido, que lo que creo ocurrió, que es, en el peor de los casos, histórico y, en la realidad, la confirmación de la verdad de nuestra fe.

Gracias.



Gines Rubio Blasco

PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA POR CARMEN LACOBA

PEREGRINACION DIOCESANA A TIERRA SANTA

20 – 27 de agosto de 2.008



Mucho me habían hablado de Tierra Santa, siempre en sentido positivo, y siempre me parecieron aquellos testimonios una invitación a ir a los Santos Lugares. Era añoranza y esperanza de poder ver cumplido mi gran deseo durante tantos años. Pero, como todo en esta vida tiene su momento, se ha visto cumplido ahora, debía de ser así y no antes. Dios sabe hacer bien las cosas.

Vivimos los días previos a la peregrinación con especial emoción, preparándonos mediante lecturas adecuadas, aproximándonos cada día a la gran experiencia de visitar el País de Jesús.

Una vez allí, todas las expectativas se fueron cumpliendo y con creces. Cada día eran nuevas experiencias y vivencias fuertes, que nos mostraban, sobre todo, el gran Amor de Dios hacia nosotros. Todo nos revelaba su gran corazón. Percibíamos que nuestro entendimiento se despertaba. ¡Todo lo entendíamos!. Era tan fácil.
La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes (Salmo 118).

Nuestro guía nos mostraba el País de Jesús tal cual, siendo capaz de hacer brotar en nosotros un gozo que nos hacía exclamar: ¡Señor, estoy en tu tierra, estoy pisando tu tierra, estoy rezando en tu tierra!.

Mis primeros recuerdos se centran en el Monte Tabor (creo que me hubiera quedado allí durante horas). Me explicaba nuestro Obispo: “La Transfiguración da paso a la desfiguración. Desde el Tabor se vislumbra el Calvario”.

En el Primado de Pedro, donde celebramos la Eucaristía, al aire libre bajo frondosos y añosos árboles y …. Al fondo el lago. Nuestro Obispo nos invita a valorar más la Iglesia y pedimos porque esta Eucaristía nos ayude a ello. Pude besar aquella piedra (Mensa Christi) donde, según la tradición, Jesús preparó el desayuno para sus discípulos.

Caná, Nazaret, Cafarnaum, Casa de Pedro, Las Sinagogas.

Monte de las Bienaventuranzas, donde Jesús sube, como Moisés, se sienta, con calma, y desde aquella Cátedra enseña: “Bienaventurados …” (Mt. 5). Mis ojos se cierran y puedo verlo y oírlo, ¡es tan fácil! . Pude besar aquella piedra donde tuvo lugar la multiplicación de los panes y los peces, mientras pensaba: ¡Cuantas son mis limitaciones. Solo tengo 5 panes y 2 peces. Tu sabrás multiplicarlos!.

Inolvidable fue el paseo por el Lago Tiberíades y la oración, la reconciliación: vuelves a sentir el abrazo del Padre. Esa respuesta del hebreo cuando le saludan:¡Que la luz inunde tu vida!, era justamente lo que sentíamos en medio del lago. La Luz que nos inunda.

Comemos junto al lago y continuamos peregrinando hacia Haifa, donde subimos al Monte Carmelo. Celebramos la Eucaristía en el Santuario Stella Maris y recibimos el escapulario de la Virgen del Carmen. Visitamos la gruta del profeta Elías, situada bajo el altar, lugar muy visitado por los judíos, que vienen a orar.

La emoción es grande en el Jordán. El Padre Emérito me vuelve a bautizar, siendo ahora consciente de lo que supuso en su día este Sacramento, que me hizo hija de Dios y de la Iglesia, y tener como nombre propio La amada de Dios.

Dejamos la tierra de Neftalí, Tiberiades, para llegar al territorio de Isacar, pasando por el territorio de Manasés. Estamos atravesando la geografía bíblica del Antiguo y Nuevo Testamentos, para llegar al desierto de Judea.

Visitamos la zona que habitaron los esenios (Qumran), Jericó, el mar Muerto (…), Monte de las Tentaciones y la zona donde Zaqueo se encontró con Jesús, como ha hecho durante toda la peregrinación, que ha querido encontrarse con tantos Zaqueos como íbamos: ¡anda, baja ya de ese árbol, porque hoy quiero comer contigo!. ¡Qué fácil nos lo pones, Señor!.

Peregrinamos hacia Betania, lugar de los amigos de Jesús, lugar de la Amistad. Podemos sacar tantas enseñanzas de este lugar…., solo hay que fijarse bien en el pasaje evangélico. Betania era un lugar de descanso para Jesús, cansado de caminar por los caminos polvorientos de campos y colinas, sin tener donde reclinar su cabeza. Recordamos el pasaje evangélico que nos habla del amor apasionado y contemplativo de María y del amor servicial de Marta.

Al atardecer, “entramos en Jerusalem”, cantando “que alegría cuando nos dijeron …”.

Cuantas sensaciones percibes en ti misma y en el resto de los peregrinos. Solo hay que prestar atención a sus comentarios …, sus caras …, mientras nos comenta D. Francisco “hemos hecho la subida a Jerusalem, desde el Tabor, pasando por el desierto, hasta pisar la ciudad tres veces santa”, palabras que pueden ser aplicables a las diferentes etapas de nuestra vida.

Visitamos con respeto el Muro de las Lamentaciones, que es el principal centro religioso de Jerusalem y el lugar de reunión del Shabat, donde se ora y se reza como si fuera una sinagoga.

Llegamos a Getsemaní. No olvidemos que toda esta zona es el Huerto de los Olivos. Celebramos la Eucaristía en la Basílica de la Agonía …”mi alma se muere de tristeza …” , Jesús busca consuelo en sus amigos del alma, como hizo en Betania, pero ellos “estaban dormidos”. Aunque Dios no abandona nunca a quién está constantemente en su vida, su Hijo amado. Todo esto ocurrió en este mismo lugar, lo puedes sentir y ver, ¡es tan fácil!.

Visitamos la gruta de la Ascensión de María, iglesia bizantina que custodian los ortodoxos griegos. Este lugar es recordado como el sitio del Prendimiento del Señor.

Vamos hacia el lugar desde el que el Señor ascendió a los cielos, situado en el interior de una pequeña mezquita, donde las comunidades cristianas celebran todos los años la fiesta de la Asunción, por una concesión especial.
Peregrinamos hasta Dóminus Flevit, la pequeña capilla, construida en forma de lágrima, permite al peregrino adentrarse en el dolor de Jesús, que al ver la ciudad, lloró por ella: “Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados ¡Cuantas veces quise reunir a tus hijos, a la manera que la gallina reúne a sus polluelos, y no quisiste! (Lc. 19,41-44).

Descendemos contemplando las murallas de Jerusalem y llegamos a Casa Nova, albergue franciscano donde tenemos la comida. Todos sabemos que los Padres Franciscanos custodian con esmero y devoción estos Santos Lugares, acogen y guían a los peregrinos, mantienen diferentes obras asistenciales (…) Todos sabemos que llegaron aquí hace ocho siglos, y esperamos que continúen muchos más.

Contemplamos las capillas franciscanas de la Flagelación y de la Condena donde se puede ver un bellísimo relieve que reproduce a Pilato lavándose las manos y unos esclavos levantan la Cruz para entregarla a Jesús. En dos capillas laterales existen unas tallas representando al Ecce Homo y a Jesús con la Cruz a cuestas.

Aquí comenzamos el Vía Crucis por la Vía Dolorosa, recorremos el mismo camino que Jesús pisó agotado y moribundo, camino del Calvario. Y aunque rodeados de multitud de peregrinos de distintas confesiones, podemos sentir la presencia y el dolor de Jesús bajo el peso de su Cruz.

Terminamos el rezo del Vía Crucis a las puertas de la Basílica del Santo Sepulcro. Es impactante la cantidad de personas con que nos encontramos, así como la mezcla de ritos de las celebraciones: los franciscanos, con sus cantos y procesión por una parte de la iglesia; los ortodoxos griegos, con su barroca liturgia; y los coptos con sus llamativos ropajes.

Ante esta aglomeración, tenemos que abstraernos de la realidad, cerrar los ojos y revivir lo que allí ocurrió: Aquí sufrió Jesús por nosotros la más terrible de las muertes. Murió por amar.

Todo nos recuerda aquellos acontecimientos: desde la piedra de la entrada, que recuerda el lugar donde fue embalsamado su cuerpo, pasando por la subida al Calvario (desgraciadamente no se le ve, pero está allí y podemos tocar la piedra donde se apoyó su cruz), hasta la visita de su sepulcro.

Desde allí, volvemos a Getsemaní para celebrar nuestra Hora Santa, con exposición mayor del Santísimo. Fue como estar en el cielo, los cantos, las reflexiones de nuestro Obispo, “solo se tiene plenitud de vida estando junto al Señor, siguiéndole y conociéndole aún más”, el silencio se agranda y solo se rompe con el canto”Nada te turbe …”.

La nueva etapa de nuestra peregrinación nos lleva a Belén, y el P. Nicolás nos advierte que todo el año es Navidad. Que hay que enamorarse de las cosas pequeñas y, así, la vida se volverá una fiesta …. A los, nos dice, matrimonios, hay que morir día a día el uno por el otro, regalándoos pequeñas cosas.

En Belén celebramos la Eucaristía en la Basílica de Sanctae Catherinae Virgini et Martiri. El protagonismo recayó en los peregrinos más jóvenes, ofreciéndoles nuestro Obispo como recuerdo una estrella. En su acogida, el Sr. Obispo nos invita a recordar a nuestras familias y a pedir por los que no tienen el don de la paz.

Visitamos la Basílica de la Natividad, que es compartida por católicos, ortodoxos y armenios, en su cripta se encuentra la gruta de la Natividad, donde una estrella de plata indica el lugar del nacimiento de Jesús, con una inscripción que dice “Aquí de la Virgen María nació Jesucristo, nuestro Salvador”.

De Belén nuestro camino nos lleva al Campo de los Pastores, donde existe una iglesia construida como una tienda de pastor y la caracteriza la luz y las pinturas, que nos invitan a seguir alabando y dando gloria a Dios, como ellos hicieron. (Lc. 2 8-20).

Por la tarde, peregrinamos a Ain Karen, “la fuente de la viña”, hasta allá fue María para visitar y ayudar a su prima Isabel. Nos encontramos con dos magníficos santuarios: el de la Visitación, donde rezamos el Magnificat, y el de San Juan Bautista, patrimonio importante de los franciscanos, que nos parece una joya y esperan restaurarlo en breve (los judíos lo admiran por su belleza).

Al caer de la tarde, hacemos el camino de regreso a Jerusalem. Por deseo del Sr. Obispo y como fruto de esta peregrinación, se crea la Asociación de Amigos de Tierra Santa de la Diócesis de Coria-Cáceres. Allí mismo surgieron 33 socios fundadores, a los que el Sr. Obispo entrega una fotografía con el canto del Benedictus y la cruz de Jerusalem. Nos da las gracias el responsable de Anástasis Tours y nos dice que de Tierra Santa tenemos que hablar al llegar a casa, nosotros debemos transmitir el quinto Evangelio. Nos entregan el certificado de Peregrinos y acabamos el día “sintiendo las agujetas del peregrino, pero con el corazón lleno de PAZ”.

Al siguiente día visitamos la Iglesia de San Pedro Gallicantum, que conmemora las tres negaciones de Pedro durante el proceso de Jesús. Celebramos aquí la Eucaristía, especialmente ofrecida por los voluntarios de las diferentes asociaciones que integran la peregrinación. En la acción de gracias el Sr. Obispo obsequia a los Padres Franciscanos que nos acompañan, con recuerdos traídos desde Cáceres.

Visitamos el Cenáculo, la sala alta de la que nos hablan los Evangelios de Marcos, Juan y Los Hechos de los Apóstoles. No solo nos recuerda la Última Cena, sino también Pentecostés y tantas cosas más…

Debajo del Cenáculo oramos ante la tumba de David, lugar santo de los judíos y tan visitado como el mismo Muro de las Lamentaciones.

Seguidamente, visitamos la Iglesia de la Dormición de María, donde se encuentra la cripta, bajo cuya cúpula descansa una imagen policromada de la Virgen Dormida. El ambiente invita al recogimiento y la oración. Entre otras muchas imágenes nos encontramos con su advocación de Guadalupe (…).

De camino a Casa Nova para la comida, recorrimos el Cardo Máximo con sus impresionantes columnas y calzada romana.

Durante la tarde, que tuvimos tiempo libre, he vuelto al Santo Sepulcro y, concretamente, a la Capilla del Santísimo, donde he podido meditar largamente sobre todas las vivencias de los días de peregrinación en Tierra Santa. Aquí, en esta capilla franciscana, hago oración pausada y termino alabando al Señor.

Bajando de la Ciudad Santa llegamos a Emaús, el Padre Nicolás nos hace una descripción histórica, perfectamente contrastada, sobre la existencia y situación de esta aldea. Sus enseñanzas son magníficas y no las olvidaremos nunca.

Celebramos la Eucaristía en la Iglesia de la Manifestación del Señor. En su homilía, el Sr. Obispo nos vuelva a dar las enseñanzas precisas para el camino de nuestra vida: “cambia el nosotros esperábamos …, por el era necesario…”. Nos habla del perdón, porque lo hemos aprendido de Jesús: si quieres ser feliz, perdona….

Las lecturas fueron alusivas al pasaje evangélico y cantamos con unción “quédate con nosotros, porque atardece, quédate en nuestras vidas, en nuestras familias, camina siempre a nuestro lado”.

Camino de Hope, la bella, pasamos por la patria de los Macabeos, que significa “tu solo entre los dioses”.

Termina nuestro periplo por Tierra Santa. Volvemos al lugar de donde partimos, y, efectivamente, no solo ha sido “el viaje de mi vida”, sino algo mucho mejor, que ha sido sentir a Jesús, vivo, caminando junto a mí, “era tan fácil”. Mi fe ha crecido hasta el punto de querer seguir encontrándome con Jesús, en todo aquello que mi Iglesia Diocesana me ofrezca, que supongo que será mucho.

Estaré, asimismo, integrada en la Asociación Diocesana de Amigos de Tierra Santa, y, quien sabe, si algún día pueda volver a visitar el País de Jesús.

¡¡El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres!!.




Carmen Lacoba Blazquez